La educación superior debe centrarse en las habilidades de transición, que se agrupan en habilidades a) socioemocionales, b) de aprendizaje, c) de pensamiento y d) de colaboración. Cada una se orienta a resultados y a capacidades demostrables que facilitan la interacción educativa, los procesos de enseñanza-aprendizaje y la evaluación.
Lo anterior fue señalado por Alejandro Miranda Ayala, director general del Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (COPAES) y presidente de la Red Iberoamericana para el Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (RIACES), durante su ponencia en el XIV Foro de Evaluación Educativa del Ceneval.
Destacó la importancia del carácter y la resiliencia en la educación superior y para la vida, y sugirió reflexionar sobre las habilidades y competencias que los estudiantes requieren para responder a los cambios que están por afrontar. El maestro Miranda Ayala planteó diferentes preguntas que requieren respuestas novedosas. La primera de ellas es: ¿por qué enseñar lo que se enseña en la universidad? Indicó que, debido a los criterios de los mercados laborales para contratar gente, las habilidades o competencias para la vida adquieren mayor relevancia.
Por otro lado, afirmó que “no necesitamos formar estudiantes solo para una profesión, necesitamos formarlos para la vida”. Explicó que no existe consenso para conceptualizar las habilidades socioemocionales ni un enfoque único para desarrollarlas. Los jóvenes deben formarse para pensar, actuar y relacionarse con los demás, independientemente del área de conocimiento que estudien.
La clave para que enfrenten los desafíos de la sociedad futura es que se les dote de competencias para que tengan una vida larga y saludable, contribuyan positivamente como miembros activos de sus comunidades, participen económica y políticamente en las instituciones locales, estatales, nacionales y mundiales, que interactúen de manera sustentable con el medio ambiente y sepan responder ante la incertidumbre.
Una reflexión que hizo Miranda durante su ponencia fue: ¿qué tienen en común un boxeador y un tecnólogo? A lo que respondió que ambos necesitan una mentalidad enfocada en el alto rendimiento, tomar decisiones bajo presión, tener ética y superarse constantemente. Asimismo, ambos tienen carácter y resiliencia. El carácter se forma mediante la interacción con el entorno social y cultural. La resiliencia ayuda a los estudiantes a enfrentar situaciones difíciles y a superar obstáculos.
Finalmente, propuso nuevas formas de evaluar las habilidades de transición, ya que se valorarán comportamientos en lugar de resultados y deben medirse objetiva y paulatinamente. Dicha evaluación debe ser adaptativa e inesperada para el alumno, además de realizarse en situaciones novedosas para propiciar que los estudiantes organicen y profundicen contenidos mediante la investigación aplicada. Los resultados pueden reflejar el pensamiento de los estudiantes y servirán para saber qué se puede mejorar.
A manera de conclusión, el especialista enunció que las habilidades de transición favorecerán el bienestar individual y colectivo. Desarrollarlas es una inversión que tiene un alto retorno social y económico. La sociedad se beneficiará de tener ciudadanos más responsables, solidarios, participativos y democráticos, capaces de afrontar y de resolver los desafíos del siglo XXI.
Para conocer el texto completo, lo invitamos a leer el artículo “El KO del carácter: forjando fortalezas en la educación superior”, en el octavo número de la revista Ceneval Investiga.
